Animarte a quererme no es tu
fuerte.
Apareces, desapareces, renaces, te
haces humo.
Me haces bien, me destruyes.
Me autodestruyo, gracias a vos.
Tus no promesas son las culpables
de que no seas el culpable,
y que la única guionista de mis
historias sea yo.
Ni te imaginas que sos una gran
fuente de inspiración,
para esta novela berreta y
predecible
donde los protagonistas, tú y yo,
acabamos comiendo perdices,
con los corazones contentos.
Al revés de la realidad,
en la cual sos un fucking cagón de
la vida,
donde no te la jugás por nada.
No poder descifrarte es
frustrante,
aunque sea sólo tu culpa.
Tu hermetismo no tiene fin.
Esa manía por la eterna juventud
que sólo podrás sostener unos
pocos años más.
La libertad que te da miedo acotar,
tu libertad,
se convertirá en tu propia celda.
Y ojalá no sufras,
ojalá no te ahogues cuando tu vida
rebase de libertad,
que para ese entonces será pura
soledad.
En ese momento desearás jugártela,
pero el amor que hay hoy acá ya
habrá partido
a buscar un corazón más valiente,
diferente al que le escribo.